Vestir de uniforme

Tal vez sea una reminiscencia de la niñez en un colegio de monjas con un uniforme obligatorio a diario. O tal vez sea que una se siente bien con determinadas prendas y esa aversión al reiesgo y al cambio la domine.


Pero es cierto que ultimamente miro mi armario y mi ropa del día a día y siempre hay un denominador común: una camiseta/camisa blanca. 

De manga corta o larga; seda, algodón o lino; informal o de vestir. Da igual. Pero blanca. No puedo vivir sin ellas porque para mí significan estilo, elegancia, ese menos es más que estoy tratando de seguir al pie de la letra.



Siempre me parece una opción correcta en verano con vaqueros y sandalias, y en invierno con americana y botas. Darle un toque diferente con un fular o directamente usarla tal cual, como un básico que es. 



Una publicación de Smoda de hace ya tiempo nos preguntaba cuánto estaríamos dispuestas a pagar por una de ellas. No lo tengo claro a día de hoy, pero la diferencia de precio entre unas y otras puede llegar a ser abismal. 

¿Qué pensáis? ¿Pagaríais más de 300 euros por una camiseta blanca básica?

Lo que aprendí en 2015

Ya han pasado 20 días desde que se acabase el año y todavía no me había parado a reflexionar con calma todo lo que ha supuesto para mí. 

En 2015 aprendí que en lo referente a la felicidad, siempre mejor calidad que cantidad. Que las penas compartidas son menos penas, y que a mí el refrán de "mal de muchos, consuelo de tontos" sí me vale.

Que los años pasan y que disfruto más con una buena copa de vino que con una malísima en una discoteca.





Me he vuelto a dar cuenta de lo que me gusta leer. Tanto que creo que a partir de ahora va a ser, probablemente, un tema bastante habitual en el blog.



Volví a ilusionarme por las pequeñas cosas y por pasar una tarde tranquila en el sofá. 

Y que los básicos siempre triunfan, así que más vale un buen fondo de armario que tener mil y una prendas que no me volveré a poner jamás.